Así, él mismo se dió cuenta claramente que estaba arribando a una nueva etapa. - “He buscado en muchos recovecos tratando de extender el último esfuerzo pero nada”. – pensaba para sí…
En este momento de mi andar, - continuaba - no me angustio, y menos porque me doy cuenta de lo que esta pasando, del por qué de esta “calima”, de esta calma. Estoy tranquilo, como cuando llego a la playa y contemplo las primeras olas, y siento las primeras caricias del mar. Descubriendo que mi vida es así, como el océano. Una ola siempre será seguida de otra, la cual nunca será igual a la previa. Es la magia, es el saborcito que adereza cada paso…
Fue en ese momento que recordó en donde estaba… volteó por encima de su hombro, y le sonrió a su hijo que iba sentado en el asiento de atrás del ligero biplano. Le hizo la señal del pulgar arriba y le dijo: ¡Listo “calamaro”! Te toca volar a ti! Y el “calamaro” como así le solía decir, tomó control del avión y lo dirigió hacia el horizonte, iniciando la nueva aventura, aquella tarde de abril.

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