Monday, January 21, 2008

Encanto invernal

Luego de un rato de estar el tobogán de la vida es un buen momento este para aferrarme a la saliente cual si fuera un felino en una viga y de cabeza.

Muchos kilómetros ha recorrido mi cuerpo, innumerables pensamientos y sentimientos se mezclaron en mi alma desde la última vez. El corazón no ha dejado de latir, unas veces al máximo, otras relajado. Mi vida se ha llenado de vida como una agenda se llena de citas. Estoy satisfecho de mi andar sin parar, en momentos he tenido que volver atrás unos pasos y retomar otro rumbo, cual si el laberinto de Rodas estuviera mi andar. Y me doy cuenta de lo insondable de mi alma, lo profundo de mi corazón. Es una caja que se ríe de las leyes físicas y sin importar que se sigan echando experiencias en ella, continúa sin llenarse y, al contrario pide más.

Mi espíritu esta intranquilo, mi espíritu no deja de jalonear entre el buscar y el apacentar. Esa fricción es la que da color a mi alma, es la que da aroma a mi piel, es la que me impulsa a cada mañana a hacer a un lado mi sábana y levantarme una vez más.

Cuando miro al mundo y me canso de su ruido, veo a los hombres y mujeres como una plaga en mi planeta, miro lo injusto que es el hombre con el propio hombre, en ese momento, es a mi propio hombre al que yo pongo en silencio, busco un rincón en mi ciudad y hago de él un fresco paraje de mi bosque personal. Miro detrás de los carros que pasan como un lince acecha a un roedor. Escucho el susurro de las hojas que bailan sobre el césped, ahí, detrás de las voces de los comensales que ignorantes de su propia realidad, juegan a inventar la realidad.

Y así, me levanto con mi pedazo de futuro, y mi caja de pasado, de presente y en el último sorbo de café, expiro un susurro de alma que dé aroma al lugar.