Wednesday, June 03, 2009

Un árbol como tantos....

Una mañana, en el bosque, me cruce con un árbol, he aquí su historia...

Se reía como sólo los árboles saben, susurrando en el viento. No era aún viejo como algunos otros árboles que estaban un poco más abajo, en los valles, o como los más sabios, a los que podía escuchar durante alguna noche tranquila, allá por donde algunos humanos llaman el valle del halcón. Pero tampoco era joven, su bellota había germinado hacia algunas décadas y, sorteando obstáculos y peligros fue creciendo.

Primero a través de la propia tierra hasta que su prim
er penacho de agujas verdes, brotó a la luz del día. Escapó del paso descuidado de algunos hombres que hacían un camino para llegar a lo alto de la montaña, cuando construían aquella tosca aguja de cemento y metal. Evitó ser comido por los venados que pasaban del valle oeste al este, su sabor fue su defensa. Fue adquiriendo fuerza y se fue estirando hacia arriba con cada rama que nacía y se retorcía buscando la luz del sol y también hacia abajo, con cada raíz que, secretamente bajo tierra, iba buscando humedad para luego regresarla en el rocío de cada mañana.

Descubrió que cada árbol tenía una razón específica para estar en donde estaba. Los había aquellos que crecían en la planicie, los que más lanzan sus semillas al valle luchando por que el bosque crezca. Están también los que crecen en las laderas de las montañas, con sus fuertes raíces, sosteniendo a los montes y ayudándoles a encauzar el agua cuando salta desde el cielo. Finalmente, los que están en las cimas, guardianes como él, ofreciendo sus ramas para los nidos de las aves y para los animales exploradores, y cantando junto al viento. Cantan a todas las demás criaturas que pasan por ahí, les quieren recordar que todos son hijos de la misma madre tierra, y que es necesario cuidarla para poder sobrevivir.

Y él, el mayor de todos, era afortunado al estar en el lomo de una montaña, mirando hacia dos inmensos valles, uno al este y otro al oeste. A él le toca anunciar a todos que el sol ya viene cada mañana por el este, y él despide al mismo sol por las tardes cuando sigue su camino y se posa por el oeste.

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