He estado buscando recuerdos, tratando de encontrar pasajes de aquellos días en que la vida no iba más allá de mañana. Y que, generalmente, no tenía muchos ayeres que cargar.
Me acuerdo por ejemplo, de aquellos domingos por la tarde. Empezaban realmente por la tarde? Ya no me queda claro. Solo se que gastaba esas tardes en compañía de mis primos. En una calle, la Montecasino. Quien dijera que tiempo después asociaría esa calle a una de las tantas batallas de una gran guerra que se tuvo hace algún tiempo...
Nosotros los pillos, nietos de aquella banda, nos la pasábamos bien, por lo menos ese es el sabor que me queda en mi memoria. Corríamos, inventábamos. Siempre disfrutando el presente sin pensar mas allá del momento en que cada quien se iría con sus padres de regreso al mundo. No sin antes pasar a la cocina de la abuela y comernos esos deliciosos tacos de frijoles con queso. Eso que nunca podré volver a encontrar, por mas que busque. O aquellos tamales con el atole que quien sabe donde compraba o ella hacia, ya no me acuerdo. Pero los nietos ahí estábamos, en la chorcha con los chochos… escondiéndonos en una mansión del tamaño de una caja de zapatos. Ni siquiera Newton podría comprobar con todas sus leyes de física como aquella pequeña casa pudo guardar tantos recuerdos, tanta gente, tantos sueños, tanta infancia.
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