
El bosque estaba tenso, el sonido de su montura era opaco sobre el camino.
Las hojas que caían parecían romperse al llegar al suelo.
El aire era melancólico, como añorando antiguos sonidos, anteriores visitantes.
Todo el país lo sentía, no solo los lugareños, a final de cuentas, ellos habían sido los últimos en haber arribado a esas tierras.
Eran los bosques, los árboles y su fauna los que presentían que estos “civilizados” pobladores habían llegado para cambiar todo.
Y ahora esos mismos "civilizados" comenzaban a perder razón de lo eran. Se negaban a si mismos y dilapidaban sus propias raíces.